domingo, 14 de febrero de 2010

El alma, como un fosforo.

Como ve, todos tenemos en nuestro interior los elementos necesarios para producir fósforo. Es mas, déjeme decirle algo que a nadie le he confiado. Mi abuela tenia una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos, como en el experimento, oxigeno y la ayuda de una vela. Solo que en este caso el oxigeno tiene que provenir, por ejemplo del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparara el detonador y así encender uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que ira desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuales son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía el alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuales son sus propios detonadores, la caja de cerillos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.
Si eso llega a pasar, el alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por las tinieblas más profundas tratando vanamente de encontrar alimento por si misma, ignorante de que solo el cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frío, es el único que podría dárselo.
Sin embargo, déjeme decirle mi amada (suspiro mientras le tomaba la mano) , hay muchas maneras de poner a secar una caja de cerillos húmedos, puede estar segura de que tiene remedio.

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